La compasión hace referencia a aquella capacidad de sentir como nuestro el dolor ajeno. Es la capacidad de dolernos con el dolor del otro. Es un movimiento interior que nos lleva a reaccionar con sufrimiento ante la desgracia del ser humano.
La compasión, pues, tiene que ver con nuestra capacidad de sentirnos mal si un niño aparece, desnutrido y barrigón pidiéndonos de comer en el momento en que nosotros lo hacemos. Sentirnos mal no por el estorbo a nuestra placentera comida, sino, por el hecho de hacernos saber que los otros y las otras no tienen, en la práctica, mis mismos derechos. Por la compasión el otro/a aparece como un demandante que intranquiliza porque nos enrostra su derecho a vivir y su imposibilidad de hacerlo. Si la compasión es verdadera ella deberá traducirse en acción de defensa de la vida de quien puede perderla. Es decir, debe dar paso a la acción solidaria.
La compasión y la solidaridad tienen como fundamento, entre otros, el reconocimiento del otro/a como fundamentalmente igual a mí. A su vez, el reconocimiento del otro/a en condiciones de igualdad reenvía a la compasión y a la solidaridad. En el caso más radical esta condición igualitaria, en el sentido que aparece en este contexto, se expresa y se vive como fraternidad. Así, el otro/a no aparece como un extraño y, por tanto, su desgracia me incluye a mí interpelando mi responsabilidad y evitando mi abandono. Hagamos de nuestros entornos ambientes de sana convivencia y buen trato para fomentar una cultura de paz con nuestra familia. #Líderesjudef #Forjamoselcaminohaciaunfuturomejor #Compromisoconlapazyelbuentrato #DIFESTATALCHIHUAHUA Prevención de la violencia familiar a través de la construcción de entornos familiares y sociales sanos en Ciudad Juárez.
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