La compasión puede llevarnos a una práctica solidaria cuando pasamos a acoger directamente al que sufre, según vimos antes. Pero, al mismo tiempo, la compasión y la solidaridad nos pueden conducir a la indignación cuando reconocemos la desgracia del otro como fruto del abuso “coyuntural o permanente”. En estas condiciones el otro/a que sufre nos aparece generalmente como el débil y, la acción contra él nos aparece como abusiva en cuanto es ejercida por quien es fuerte o poderoso. La misma reacción de indignación ocurre cuando la indiferencia es la respuesta al sufrimiento del otro. A la base de la indignación está el reconocimiento de la dignidad del otro, de su esencial igualdad con los demás, incluidos aquellos que cometen el abuso o permanecen en la indiferencia. La indignación es, en este sentido, producto del reconocimiento de que el otro ha sido violado en su dignidad. De que ese otro ha sido o es mantenido en el silencio o reducido a la impotencia. Por el contrario, quien comete el abuso o permanece en la indiferencia está fundamentalmente interesado en el silencio del otro. Esto así porque la palabra del otro, sobre todo, del oprimido y explotado es normalmente intranquilizadora. La indignación pues, nos conduce a la defensa de la dignidad del otro y, así, a la afirmación de la igualdad fundamental de los seres humanos. Sin capacidad de indignación el ser humano permanece en una situación de indiferencia, no tiene capacidad de reaccionar ante la injusticia. Hagamos de nuestros entornos ambientes de sana convivencia y buen trato para fomentar una cultura de paz con nuestra familia. #Líderesjudef #Forjamoselcaminohaciaunfuturomejor #Compromisoconlapazyelbuentrato #DIFESTATALCHIHUAHUA Prevención de la violencia familiar a través de la construcción de entornos familiares y sociales sanos en Ciudad Juárez.
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